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lunes, junio 25, 2007

El saber originario

El hombre ha perdido el conocimiento primordial. El primer conocimiento, por genuino y base de los demás conocimientos, se ha olvidado por ya sabido, y bajo ese olvido hemos caminado cada vez más hacia el extravío. El hombre no conoce cuando investiga: es propio ya de ser un hombre el hecho de poseer un conocimiento de las cosas primordial. Ese es el sentido del Génesis cuando la serpiente dice: “Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como los dioses, conocedores del bien y del mal.”

El conocimiento de los primeros hombres no es un conocimiento en sentido platónico o hegeliano; no es la episteme que da fundamento a un mundo extraño de fenómenos en los que el ser se oculta. Este conocimiento es el del bien y el del mal, vale decir, un conocimiento de las diferencias. El “abrirse los ojos” de Adán y Eva es justamente eso, un acto mediante el cual las cosas les aparecen a los hombres, no como objeto posible de su investigación, sino como una patencia absoluta, en la cual la conciencia equivale a una simple y llana constatación.

Esta constatación es lo propio de la conciencia. Lo que el hombre que ha pecado conoce es la totalidad del mundo en su aparecerse fenoménico; lo primero que conoce el hombre es que el mundo está constituido por diferencias intrínsecas, es decir, por el bien y por el mal, por una diferencia mediante la cual el mundo se presenta en toda su crudeza y desnudez. En esta aparición no hay por tanto un saber progresivo mediante el cual se anularía cierto falso conocimiento, ni tampoco la búsqueda de un saber más elevado. Los hombres pecan y al pecar toman conciencia de su pecado. No ha habido en ello la menor de las investigaciones, sino que ha sido fortuitamente como de pronto han adquirido el conocimiento. Tomar conciencia no es sino despertar a la cosa dada en sí misma sin ningún tipo de mediación.

La ciencia que pretende averiguar el relato metafísico que concedería una legalidad universal a ciertas tesis para oponerse a otras es un conocimiento distinto. El sabio tiene que mediar con la naturaleza para llegar a ser sabio. Pero esa misma mediación es ya un trabajo sobre la cosa que tiende naturalmente a modificarla. La patencia originaria que había provocado un conocimiento directo se convierte en oscuridad. El saber no aparece ante los sentidos, sino que su tendencia es hacia el ocultamiento. Algo obstaculiza este saber inmediato, y es la pluralidad de los fenómenos, la radical ruptura en el seno de la naturaleza de las cosas.

Por eso la primera actitud metafísica es la de un saber más allá de los fenómenos. Sólo porque ese saber no puede convertirse en conciencia inmediata del mundo que se da, sólo por eso había de desembocar en el mundo de las Ideas. No es posible de otra forma. La distancia entre el saber de la cosa y la cosa misma en correspondencia con la conciencia es la distancia entre el mundo de los fenómenos y el mundo de las Ideas, entre la doxa y la episteme. Cuando la conciencia misma no constata la verdad del mundo, cuando ha perdido su identidad con el mismo, la naturaleza aparece como extraña. El espíritu queda alienado y separado, como aquella reacción frente a lo extraño. Se ha perdido la reconciliación originaria de una conciencia en la cual el saber se agotaba en la percepción misma o apariencia inmediata del mundo.

A partir de esta separación el trabajo del espíritu ha de ser el de explicar el mundo de los fenómenos para hacerlo comprensible. Esto sólo se puede lograr en y por la distancia, pues el mundo de los fenómenos ya no contiene en sí su verdad, sino que es preciso acudir a un mundo de proposiciones o verdades explicativas que le den su necesario fundamento. Y ese es el mundo de las Ideas. No parece raro que esta separación con lo fenoménico se rompa en aquel autor que a su vez es el que culmina la metafísica: Hegel. Allí donde la metafísica ha agotado todas las posibilidades de la dialéctica platónica, pero donde sin embargo persiste su idea fundamental, también se produce su definitiva desaparición.

Quizás ahora nos cueste tanto no trabajar con la metafísica porque hayamos perdido la primordial identificación de un todo que agotaba el saber. Pero lo que enseña quizás la experiencia de la metafísica es que la proyección del concepto del saber como una búsqueda de un algo en oposición a lo fenoménico era un método arriesgado. Olvidada la patencia primordial del ser, se olvidó quizás aquello que con tanta ansia se buscaba. Tras la experiencia metafísica y su ebria culminación en Hegel, nos esperan tiempos de búsquedas oscuras.


5 comentarios:

Unknown dijo...

Renton, Horrach. Os contesté en la entrada anterior. He estado ocupado pero ya regresé,

saludos.

Anónimo dijo...

nos esperan tiempos de búsquedas oscuras

Por que la mayoría de los sujetos, no saben qué buscar.

Una vez más te daré mi perspectiva de creyente, la cual es perfectamente prescindible.

No hay que buscar metafísicas porque en el mundo sensible sólo podemos llegar a intuirlas.

Bajo este punto de vista, dicha búsqueda está condenada al fracaso.

No obstante, gracias a el conocimiento revelado sí podemos trabajar por y desde el mundo sensible con los valores que nos han dado.

Es decir, la religión no busca el conocimiento porque eso es secundario.
Lo que la religión deja claro -manipulacioines interesadas aparte- es que lo importante es el Hombre.

Primero trabajemos por el bienestar del hombre, y lo otro ya llegará.

(debes estar ahora con los ojos haciendo chiribitas... )

Anónimo dijo...

Pst, pst, alguien por ahí...?

Unknown dijo...

Perdona, Renton. Ultimamente visito poco el blog.

La religión presupone siempre la metafisica. en el mundo sensible, es verdad, tenemos sin embargo la experiencia de la ausencia de lo metafisico; eso significa que lo metafisico como tal se da al menos en la forma de su propia ausencia, de su negación. Pero no obstante se da. Dices que la religion no busca el conocimiento. Quizas no lo tenga en su "temario", pero la religion precisamente en cuanto religion ha de sostenerse siempre sobre una serie de principios, de los que cabe dudar o probar. Aun en su forma menos dogmatica, yo pienso que la religion siempre conlleva una forma de conocimiento, en cuanto explicación del mundo que remite a sus propios contenidos.

saludos.

Anónimo dijo...

la religion siempre conlleva una forma de conocimiento, en cuanto explicación del mundo que remite a sus propios contenidos.

Sin duda que la religión nos in-forma sobre quién somos, no obstante, lo único que quería incidir es que no es esa su finalidad.