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martes, octubre 23, 2007

La última noche de Friedrich Nietzsche

Al fondo, una lona gris oculta los largos bigotes del erudito, sus oscuras cejas encrespadas, como un alud de nieve en la fecunda cordillera. El silencio sostenido en el peso de los libros clama, es materia enorme que sólo un arcón húmedo sostiene, la negra biblioteca de arañas habitada y por rumiares lentos agitada.

Y allí luchan siglos de entereza, razón, violencia, actos singulares y eternos, asciende ceniza en pensamiento, rumor blanco que pide explicación de su existencia. Maúllan, gritan, protestan, reclaman los libros un sentido, una flecha, una luz pura y unida en sus rayos, un alto tallo de verdad inamovible, como una roca es entera y verdadera para el grillo que sólo puede en ella retorcerse Círculos de pensamiento negro aterrizan en la frente sabia, ocultan su paladar de instintos quejumbrosos, sus áridas nostalgias de otra vida más feliz, y sus ojos horadan cada sílaba enrojeciendo su vergüenza, de saberse sólo dueño de una letra, de un dato inacabable, de una simiente de hechos inconexos, frías estelas de vacío en el polvo y la cubierta manuscrita.

Bebe del vaso de vino una vez más en la gélida nocturnidad del que se sabe sólo y sin sentido, pues sólo él hace la historia, sólo a él puede contársela, sólo él en el manicomio universal, enredada galaxia solipsista que bulle de energía para elevarse indefinida, para arrastrarse hacia la pura nada, más allá mascullando las voces de lo ignoto.En un instante lóbrego suena la puerta, como un ataúd irónico abierto a la experiencia. Una sonrisa malvada emerge en la tiniebla. El decorado del saber irrumpe de pronto en la batalla, se declara la guerra en los ojos llameantes del que sabe.

Y allí escucha todas las voces reunidas de la historia, en un grito que gime incomprensiones, y el sabio rompe sus cabellos en el fuego fatuo de lo imaginario, y cree de pronto en la vida, en Dios, en la existencia, y ve, como un rayo que en un segundo de su luz captara toda la vida desde el inicio, el sucederse de los siglos y sus almas, en un solo tramo de tiempo y sentido, en una única chispa de materia.

Afuera llora la noche. Más acá un roedor musita su extraña sinfonía. Campanas al fondo de la iglesia endemoniada, y el licor brindando las almas innobles en el bar. Sólo en ese breve instante ha sentido el sabio lo que lleva siente el ser en su existencia.No hay nada ya que decir. Su córnea ha rebasado el límite que la albergaba. Brazos arrancados, labios que exhuman gris. Las piernas sobre la lámpara burlona. La ventana trae un murmullo de viento diabólico, una presa en el aire de un alma impura y maligna.
Vuelan palabras sin cesar en la maldita habitación, y de vez en cuando una malvada sonrisa que sabe ejecutar el sentido de la vida y ordenar meticulosamente las palabras que lo dicen. Hay sólo una combinación, y es la misma de la que viven las estrellas. Y su opuesto es ahora el cerebro confundido del sabio, su acción es locura, precipitación y desvarío, y arroja los libros a las llamas, en la noche incomprensible. Es su entrada en la locura.Sopla un viento gris en esta tarde. Unos pájaros miran impasibles las nubes colgadas en el torreón. La ventana de la biblioteca gime deliciosa. Y la vida sigue su curso imparable.


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