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jueves, febrero 26, 2009

Como todos los viejos temas.

Como todos los viejos temas, el de la utilidad de la filosofía cobra su importancia en un mundo en el que lo aparentemente obvio es puesto en discusión y en el que hablar de los pórticos de esa cosa llamada filosofía se convierte en todo un mérito. Porque, si hay algo que para los iniciados en la filosofía ha quedado claro desde el principio, es que tal ámbito de conocimientos es lo suficientemente amplio y general como para que una apelación a su delimitación como dominio particular y específico deba ser considerado, por lo menos, como ingenuo.

Desde luego que la filosofía va mucho más allá de sus pórticos, pero estos preliminares son lo bastante amplios como para que resultara en principio absurdo discutir su posible especificidad. La filosofía, por el contrario, es lo menos específico que existe: todas nuestras ciencias actuales están cargadas en sus inicios por fundamentos o doctrinas filosóficas, por más que nos pese. Desde el psicoanálisis freudiano hasta la psicología cognitiva, pasando por la biología, la sociología o la economía, obtenemos un trabajo que tiene como fundamentos latentes toda una cosmovisión o forma determinada de elaborar el pensamiento. Hasta ciencias que se quieren objetivas y despojadas de toda ideología, traicionan a menudo su perspectiva empírica y tratan de resolver por medio de datos de la experiencia problemas ancestrales que preocupan al hombre. Sólo una mente muy ingenua puede aceptar tales deducciones, mente por otro lado típica de nuestro tiempo y oscurecida hasta la saciedad por un modelo ideológico que ha triunfado gracias a su talento para ocultar el sentido de su ideología. Hablamos, como no, del modelo del libre mercado y del, para decirlo en palabras de Hinkelammert, anarcocapitalismo.

El principio evidente de esta ideología se ha ocultado bajo la ya muy criticada creencia que en nuestros tiempos ha devenido convicción. La vieja discusión metafísica entre realidad y actualidad ha terminado, en este sistema, por resolverse a favor de la ecuación de su identidad. Lo cual es fatídico, y al mismo tiempo, lo más irreal por esencia que existe. Como dice Hinkelammert, la creencia en un mundo sin utopías es a su vez una creencia utópica. La asimilación acrítica de realidad y actualidad es una característica esencial del pensamiento torpe, que no ve más allá de sus narices. Pero a su vez es resultado de un éxito evidente, que hay que declarar: el éxito de un sistema que ha convencido a sus ciudadanos de que él es el único sistema posible.

Nuestra situación, por tanto, es tal que nos vemos obligados a sostener un discurso necesario e innecesario a la vez. Necesario porque parece que las cosas más simples y obvias se han vuelto oscuras, e innecesario porque es un discurso ya mil veces dicho. Pero como la característica de nuestro tiempo es que lo obvio se ha ocultado, habrá por tanto que proceder a una desvelación del ser de lo estúpido de nuestros tiempos y retornar a lemas incómodos, como aquel de la Ilustración kantiana que encomiaba el hecho de pensar por nuestra cuenta. Lo inédito ahora es que pensar por propia cuenta, tener capacidad crítica, se ha vuelto un hecho insólito.

Tener que elaborar un discurso o manifestación a favor de la utilidad de la filosofía revela el paupérrimo nivel intelectual y humano de nuestra propia sociedad. Que haya que defender como necesario lo completamente obvio es quizás triste, pero desde luego ya un motivo y una razón para aquellos que quieren saber qué y para qué es la filosofía. Pues ya lo tienen: la filosofía existe para defenderse a sí misma. Defenderse y destruirse, que es su ámbito o no-ámbito cuya universalidad hemos olvidado completamente atrapados por un modo de pensar particular que se quiere universal. Quizás haya que volver a las viejas verdades, a desempolvar hechos que si para el filósofo resultan obvios, es que han de ser en extremo tangibles. Pues no se olvide que el primero que duda, el primero que se encuentra en el abismo y en la tierra sin fundamentos, es el filósofo. Algo terrible ha de pasar para que lo que él considere límite se convierta en otros en algo a debatir. Evitémoslo.

viernes, febrero 20, 2009

Voces de Antonio Porchia

Algunos pensamientos del poeta italo argentino.

Un poco de ingenuidad nunca se aparta de mí. Y es ella la que me protege.


Las alturas guían, pero no en las alturas.


Y si llegaras a ser hombre, ¿a qué más podrías llegar?


Éramos yo y el mar. Y el mar estaba solo y solo yo. Uno de los dos faltaba.


Dirán que andas por un camino equivocado, si andas por tu camino.


En plena luz no somos ni una sombra.


Donde hay una pequeña lámpara encendida, no enciendo la mía.


Hallé lo más bello de las flores en las flores caídas.


Quiero tu bondad, pero no sin una sonrisa en tus labios.


Nadie es luz de sí mismo, ni el sol.


No ves el río de llanto porque le falta una lágrima tuya.


Mientras creemos tener algún valor, nos hacemos daño.


En mi silencio solo falta mi voz.

lunes, febrero 09, 2009

Valéry vs Wittgenstein

Es increíble que todavía la filosofía académica no haya tenido en consideración algunos márgenes del pensamiento que sin embargo son profundamente enriquecedores, sobre todo en este caso: el de los Cahiers de Paul Valéry, cajón de sastre del que rescatar piezas filosóficas de sumo interés, sobre todo cuando se trata de intuiciones que preludian algunas de las más importantes realizadas por las "grandes figuras filosóficas del siglo", como por ejemplo, el mismísimo Wittgenstein. He aquí una muestra.


- "Todo está predicho por el diccionario" (1909-1910), donde Valéry se anticipa a una especie de concepción trascendental del lenguaje, que preludia el "espacio lógico" en Wittgenstein,


- "La filosofía y lo demás son sólo un uso particular de las palabras", ya en 1918, anticipándose a la tesis wittgensteiniana de los juegos de lenguaje,


- "Palabras como "verdad" o incluso "realidad" han embrollado las cosas y han creado dificultades gratuitas " (1925), demostrando una profunda conciencia lingüística de la filosofía,


- "Un problema filosófico es un problema que no se puede enunciar. Todo problema que llegamos a enunciar deja de ser filosófico", (1929), recordando a la tesis de Wittgenstein: "el enigma no existe",


- "No hay misterios...sólo insuficiencia de los datos o de la mente" (1933, 1934), ésta ciertamente posterior al Tractatus,


- "Yo no digo: no hay Dios. Digo- antes de decir que no hay Dios- que debo preguntarme lo que significaría para mí tal o cual respuesta". Esta cita, (1935) increíblemente similar a esta otra de Wittgenstein, que data de 1946: " La forma en la que empleas la palabra Dios no muestra en quien piensas sino lo que piensas."


- "El problema más importante es aquel que puede ser resuelto" (1903-1905). "Si una respuesta no puede expresarse, la pregunta que le corresponde tampoco puede expresarse" (TLF).


Estas son pequeñas muestras que deberían hacer pensar a nuestros académicos acerca del valor de un pensador no considerado canónico, quizás porque no era estrictamente filósofo...


( Los Cuadernos han sido traducidos al español por Galaxia Gutenberg (2007), bajo la dirección de A. Sánchez Robayna. Son un extracto del documento original, que alcanza las 26, 000 páginas).