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viernes, octubre 01, 2010

Manifiesto

Desde montañas negras
y cuevas escindidas,
habla el que ocultó
la nuez de su boca
bajo abrojos y maderas;

fue Abraham primero
y luego Lot y los descendientes
de una lengua muy antigua
y loca,

Quienes hablaron
De hechiceros y monedas
y dueños de los bancos
Que fiaron a Lutero,

en el que yace el corazón
hundido y que cavila
en la noche a fin de hacerse
con los cuerpos;

un pobre musita en el mundo
como el niño en el establo
temiendo el arado de su padre,

ovejas magulladas por el sol
y serpientes que se arrastran
sin consuelo,

todo como paja en unos labios
negros que se venden
en los mercados de América
y de Europa

Oh Modernidad y Democracia,
parasoles de los dioses
en búsqueda del oro,

Quienes en abrupta lengua
comen el hilo que da agua
al que no puede sostenerse,

y la puta huye con las medias
que robó en el Vaticano
sobre esfinges y metralla
dadas en limosna,

a un viejo ataúd que aún suspira
por un entierro digno
y una boca que por fin calle
tanta andanza miserable,

que los buitres también están
cansados de tanta basura
y tanta letra,
de tanta sangre escrita
sobre pedestales de esperanza,

cuando solo el insecto
ruge sobre los muslos bellos
y el mandatario oculta

la sangre ajena bajo el voto
de su escaño;

Filo tras filo
creció el ajenjo
y la cabeza se tendió
en el monte:

Uno y uno y otro
perecen y perecen,
como azúcares en cafés
de Montevideo
o de París

o del burdel
que bien conoce
nuestro alcalde,

enfangado como está
en lecturas de Kant
y Dostoievski
y en una moral de aceite

hecha con los lápices
de moribundos,

Oh el viejo rey heleno
o el persa poderoso
que comen de látigos
y de las sobras de los pobres,

como aquellos que ignoran
y amontonan su saber
de paja y de beleño,

porque ya da igual
quién es sabio
y quién es ignorante,
quién el que ofrenda
y el que roba,

uno y todo y lo mismo
balbuciendo al caos
de falos como espigas

Benedicto y su iglesia
y todos los tiranos
y los mártires,

Hiel infecta
donde se pierde la boca,
o donde pierdes tu boca
A manos del imbécil,

Oh sí la lá,
cópulas o cúpulas
o cachuretos encriptados,

Qué importa,

si la sal y el Tetragrámaton
no conocen el vientre
de esta bestia
que gime entre papeles

lo que las órbitas
del universo
no pueden deglutir
con su miserable
polvo encenizado.


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