„Die
Philosophen haben die Welt nur verschieden interpretiert,
es kömmt
darauf an, sie zu verändern,
frase más conocida como “Los filósofos se han dedicado a
interpretar el mundo, lo que hay que hacer es cambiarlo”,
podría ser una de esas frases obsesivas, que no se pueden pensar de
una vez sin que retornen de nuevo alguna otra vez, porque por sí
mismas sintetizan grandes problemas o grandes cambios en la historia
de los problemas y las ideas, por tanto, también en la historia
misma. A Jünger le causaba gran turbación la primera frase de San
Pablo a los Corintios, “Ahora
vemos por espejo, oscuramente, pero entonces veremos cara a cara”.
Son oraciones alrededor de las cuales puede girar una vida pensante
entera; expresiones cuasi-definitivas, mágicas, que hipnotizan a los
pensadores, aunque también las oraciones pueden condensarse en
palabras simples o expresiones: lo hemos visto con el Ser en
Heidegger o con el Hen
Kai Pan
de Lessing. La frase de Marx es doblemente provocativa, además de
ambigua. Provocativa porque parece fulminar de una vez todo el
trabajo anterior de los filósofos, como si éstos hubieran estado en
las nubes o en algún otro lugar absurdo, y de pronto esta verdad se
hiciera clara: parece que nadie se dio cuenta antes de este simple
hecho: que los filósofos buscaban la verdad de forma obsesiva sin
caer en que la transformación del mundo formaba parte de la verdad;
que la verdad no era algo ajeno a las transformaciones del ser en la
historia; que el trabajo vivo y las condiciones materiales de la
existencia estaban en la base de toda formulación filosófica.
Semejante hecho parece banal una vez constatado; pero según Marx, se
han necesitado muchos siglos para que esto llegara a hacerse
consciente.
La
frase es también ambigua, como dijimos al principio. La primera
parte nos dice que “los filósofos se han dedicado a interpretar el
mundo”, pero la segunda no nos dice: “lo que tienen que hacer es
transformarlo”, sino que “lo
que hay que hacer
es transformarlo”. Es obvio que el sujeto de la transformación no
es el filósofo, sino el proletariado. Mas la frase parece formulada
de manera que parezca que el filósofo no ha cumplido con su misión.
Por una parte, los filósofos interpretando el mundo; por otra parte,
la urgencia, lo que hay que hacer, “de lo que se trata” que es
transformarlo. Por tanto, el sujeto de una parte de la expresión es
distinto al de la otra parte, y sin embargo, se logra proyectar sobre
el primero una responsabilidad evidente: la frase nos viene a decir,
en efecto, que “los filósofos deberían haber transformado el
mundo”. Es chocante que en realidad no sea ésta la idea de la
frase, pues se exime a los filósofos de toda responsabilidad en la
tarea de transformar al mundo: de otro modo, se hubiera precisado que
“lo que los filósofos tienen que hacer es transformar el mundo”,
cosa que vemos, no sucede. ¿Cómo explicar esta ambigüedad? ¿Qué
quiere decir en verdad la frase?
Tal
ambigüedad no puede comprenderse sin ir al origen del problema, y el
problema es filosófico. La salida de Marx es aparentemente
extra-filosófica: “hay que superar a los filósofos: lo que ellos
querían resolver se logra de otra manera”: esta podría ser otra
traducción de la expresión. Pero aquí la cosa parece más clara:
en efecto, lo que Marx pretendería, según esta versión de la
expresión, sería resolver lo que los filósofos han tratado de
resolver, mas de forma ineficaz, puesto que solo se dedicaban a
“interpretar”; aquí estamos ya muy lejos de la pretensión de
pensar esta frase como una salida extra-filosófica, a la manera de
“la filosofía es un error, hay que hacer esta otra cosa”; no, lo
que plantearía semejante interpretación sería una resolución en
otros términos de un mismo problema, un problema filosófico.
De otro modo no se comprendería la apelación a la labor filosófica.
La ambigüedad de la frase reside en la postura revolucionaria
que permite la utilización de la contradicción para desbrozar el
ser, para abrir el camino; en esta frase obsesiva, en este dictum
de la era moderna, Marx exhibe aquí la dialéctica como herramienta
del modo más efectivo, revolucionario y provocador: es por eso que
esta expresión no solo nos informa del método dialéctico, sino que
ella misma nos muestra cómo funciona en vivo este método: la
dialéctica no se distingue de su movimiento, la dialéctica es el
movimiento.
Dicho
de otra forma, Marx no se limita a eliminar la filosofía, a amputar
la función de la filosofía; era demasiado hegeliano para hacerlo.
Marx no podría portarse como Wittgenstein- kantiano él- quien,
precisamente al hacer brechas profundas entre distintos segmentos de
la realidad, se veía obligado a establecer antinomias infinitas,
intocables entre sí. El método de Marx no significa una huida de la
filosofía, sino una profundización
en la filosofía a través de su superación:
solo de ese modo se logra la síntesis dialéctica. La razón del
escándalo que produce la expresión de Marx reside en esta
dislocación que permite lograr el objetivo filosófico mediante
métodos que están más allá de lo filosófico mismo, no negando lo
filosófico como tal, sino realizándolo en su otredad y por tanto,
alcanzando la exterioridad del concepto en cuanto justicia misma del
concepto. Los filósofos no transforman la sociedad, puesto que los
filósofos deben hacer lo que han hecho a lo largo de la historia:
pensar e interpretar el mundo. Solo el proletariado, solo el heredero
legítimo de la filosofía, puede, en su calidad de extranjero,
realizar el verdadero concepto que le esta vedado al filósofo. Es así
como el proletario en cuanto hijo completa la obra del filósofo en
cuanto que padre.
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