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domingo, septiembre 13, 2015

De diablillo a Gran Satán. El mal necesario de Kolakowski.

El mal necesario es, para Kolakowski, lo que nos libra del paraíso totalitario, en el que la ausencia absoluta de libertad constituye el precio a pagar por la igualdad y justicia absolutas. Kolakowski hablaba de un mal absoluto- el totalitarismo de la Unión Soviética- que solo se podía captar a través de la imposición violenta del bien, que no dejaba resquicio alguno para la inquietud fundante del acto libre. La arquitectura de la época estalinista aparece como el síntoma representativo de la opresión que en nombre del bien absoluto proclama veladamente la venida del mal absoluto sobre la tierra. Solo la figura alegórica del Diablo y su inquietud rebelde pueden hacer frente a ese mal transfigurado en bien; hay que recuperar esta figura como elemento heurístico de una terapia contra el totalitarismo del bien y la justicia universales, que a través de su realización política en el comunismo, convierten en infierno lo que era la realización teórica del paraíso. El mal absoluto es el gulag soviético, el mal relativo es- siempre para Kolakowski- el mal necesario que nos protege de los delirios totalitarios, que invocan el terror en sus infructíferos deseos por traer el paraíso a la tierra. Como este intento es peligroso, se precisa una recuperación ética de la figura del Diablo, como oposición a esa otra figura mesiánica representada por el comunismo. La invocación del Diablo afirma la imposibilidad del bien sobre la tierra, que es otra forma de decir que tolerar cierta cantidad de mal es imprescindible como garantía de libertad. Pero ¿no se troca el mal necesario en mal absoluto cuando aquel se convierte en el único juez sobre la tierra? ¿no es la afirmación de la necesidad del libre mercado- cuyo correlato político es la “sociedad abierta” de Karl Popper- un cinismo que solo puede permitirse aquel que sabe que jamás será tocado por el mal? ¿No podría también hablar así un funcionario del PCUS que, ante las quejas del preso político, concluyera que “este es el mal necesario” que es preciso aceptar a cambio de erradicar las clases sociales, fomentar el progreso y exportar la liberación nacional de todos los pueblos de la tierra oprimidos por el imperialismo? En efecto, el “mal necesario” es la ideología que comparten tanto los grandes mercaderes del planeta como aquellos que, tras la caída del muro y el acceso a los archivos secretos de la Unión Soviética, “comprendieron” que era mejor dejar el mundo como está que aventurarse a mejorarlo o transformarlo. La relación que ellos mantienen con este mal es una relación de sentido único: el mal necesario es tal porque es un mal que no toca al capitalista, sino siempre al otro, al trabajador, al extranjero, al excluido. 



Mas incluso esto también ha cambiado. El Diablo de la libertad personal ha modificado su rostro desde que Kolakowski pronunciara su alegato metafísico. A este nuevo 'mal necesario'- que nace como libertad de mercado y deviene totalitarismo financiero a través del anarco-capitalismo contemporáneo- se le comienzan por ofrendar pequeñas cosas, y se le termina por sacrificar países enteros, que atados en torno a una deuda insostenible y abstracta, día a día van sumiendo a la población en la desesperanza, en la pobreza, en la falta de futuro y horizonte. La 'inquietud' diabólica ya ha desaparecido aquí; ahora solo resta el reinado sin oposición del Capital, que arrasa la tierra con sus nuevos y sofisticados aparatos de exterminio. Apenas acostumbrados a la nueva y única autoridad mundial, el antiguo espectador de aquellos dos mundos en combate se halla confuso; aún es posible agitar el fantasma del comunismo dictatorial y del populismo que nos condena a la pobreza. Y esta publicidad aún hoy funciona, justo donde solo un actor difunde el mal y donde solo un actor crea, recrea y promueve pobreza, injusticia, guerras, a saber: la última mutación del Capital, que no conoce enemigo alguno y que se enorgullece de su poder sobre todos los pueblos de la tierra. El diablo de Kolakowski, un antiguo demonio que introducía la rebeldía, la inquietud como voz, como movimiento, como disenso y heterodoxia creativa ante el pensamiento nivelador del Diamat, ha crecido y se ha convertido en un monstruo insaciable, que sin embargo tiene una ventaja decisiva sobre la antigua situación: no tiene ningún otro poder que le haga frente. Hoy habria que ver el diablo de Kolakowski en otro sitio: justamente en las fronteras en las que el poder monstruoso del Capital se debilita, en los márgenes donde el malestar se recluye y se concentra, casi como los supervivientes de una masacre se recluyen en sus cuevas y conspiran a la luz de una vela; nada hay en el dominio mundial del Capital que recuerde a esa antigua virtud creativa que se enfrenta a la autoridad totalitaria; solo un fantasma propagandístico que utiliza el cadáver de un antiguo enemigo para fortalecer su complicada legitimidad. Con su peculiar talento para fusionar el poder y la ausencia aparente de poder físico, el aparente anonimato y el poder efectivo de intereses concretos y reales, la nueva corporación empresarial mundial se hace maestra en el arte de propagar crímenes y desaparecer de la escena al mismo tiempo. El diablillo se ha convertido en un auténtico Mefistófeles, que no teme llevar a la ruina a Fausto mientras truca todas las cartas del Casino para asegurarse el único objetivo de ganar siempre.

martes, julio 28, 2015

Traduciendo el núcleo irradiador. Una hipótesis de lectura.

  Ha sido motivo de sorna en las redes pero nada más errado que no tomarse en serio sus palabras; la frase del sumo sacerdote Iñigo Errejón, 'la hegemonía se mueve en la tensión entre el núcleo irradiador y la seducción de los sectores laterales', no solo ha de tomarse en serio, sino que ha servido para inaugurar una conferencia del apóstol más joven de Podemos con el nombre 'Traduciendo el núcleo irradiador'. Como hemos dicho, nada de sorna; implica una mutación de lo político hacia lo teológico que se complementa con las últimas declaraciones de Íñigo en torno a la necesidad de la mitología en la producción del sujeto político y de 'multiplicar los Pablos' como reproducción de esa mitología política.

En realidad, nada hay de implícitamente 'malo' en el recurso a la teología para producir relatos emancipatorios. Desde el manifiesto revolucionario de aquellos jóvenes de Tübingen en los que se afirmaba la transmutación de la filosofía en teología y de la teología en filosofía, hasta los desarrollos de la teología de la liberación, los mitos y los relatos de carácter religioso han servido- a veces- a tareas emancipatorias. Escuchando a Íñigo parece que éste podría firmar, junto con Schelling, Hegel y Hölderlin, que “mientras no hagamos estéticas, es decir, mitológicas, las ideas, ningún interés tienen para el pueblo”, o que “ un más alto Espíritu, enviado del cielo, tiene que fundar entre nosotros esta nueva Religión, la última y más grande obra de la Humanidad”. Y, en efecto, el cielo ya fue reivindicado como objetivo político por Pablo Iglesias. Si las palabras y conceptos que utilizamos definen el territorio de nuestro discurso, lo cierto es que Podemos está jugando en las fronteras del discurso religioso. Los últimos escritos de JC Monedero sobre 'amor' y 'espiritualidad' podrían cerrar el triángulo sagrado: Errejón, Iglesias y Monedero como los profetas contemporáneos de Tübingen.

La diferencia, sin embargo, es crucial: aquellos jóvenes estaban eclipsados por el poder magnético de la Revolución Francesa, que había despertado después de siglos de opresión a las masas más pobres e iletradas de toda Francia, les malheureux de Saint-Just. Los jóvenes de Tübingen habían dicho también en aquel manifiesto que en aquella época mítica de la liberación de la humanidad, se erradicaría “la mirada desdeñosa, el ciego temblor del pueblo ante sus sabios y sacerdotes”. La brecha abierta por las multitudes hambrientas que espantaban a Hannah Arendt era demasiado grande como para encerrarla en el comité revolucionario de unos cuantos sabios; la Revolución Francesa fue puro desbordamiento, una hemorragia abierta en el seno de la historia universal. Todo ello contrasta duramente con el palabro utilizado por nuestro moderno Saint-Just. Como sinónimo del partido de vanguardia, quizá Lenin hubiera aprobado el título de 'núcleo irradiador'. Pero lo seguro es que lo hubiera celebrado, en otro sentido y otro plano, mas con una intención profunda similar, no un revolucionario del XIX ni un bolchevique del XX, sino un neoplatónico del siglo III.

¿Cómo llegamos, entonces, a Plotino, desde el discurso de un muchacho joven del siglo XXI, y discípulo de Laclau? Los caminos del saber son inexpugnables. Lo cierto es que Plotino ya comprendió la centralidad del Uno, y lo quiso subrayar con su característica fundamental: como la trascendencia inexpugnable, como el búnker del que emana todo y al tiempo al que no se puede acceder sino a través de mediaciones imperfectas. Es más, para Plotino todo lo que surge en el mundo- las estrellas, los planetas, las plantas, los animales, la vida, el espíritu- son emanaciones de esa unidad primigenia y por tanto derivaciones del Uno-indecible. De un acto de emanación-procesión, todas las cosas- incluyendo las hipóstasis derivadas, como el nous y el alma- van desplegándose del Uno-indecible, del núcleo irradiador ontológico que no podemos mirar de frente, como la luz del Sol. Pero aquí ya nos hemos perdido a través del devenir de los siglos, aquí el Círculo se ha transmutado en Triángulo, la unidad de todos los seres en jerarquía ontológica; solo el filósofo puede elevarse a la Unidad tras un ejercicio penosísimo, difícil; Plotino solo lo consiguió en tres ocasiones a lo largo de su vida.

De modo que la transmutación de la política en teología, de la razón en mito, era esto. Un núcleo irradiador que ya no puede traducirse en términos laicos, ni siquiera al modo de vanguardia leninista. Las bases incultas, que carecen de la luz necesaria que identifica al 'núcleo', son exactamente como los entes materiales de la teología emanatista de Plotino; deben continuamente despojarse de su ignorancia y elevarse al núcleo para adquirir el entendimiento necesario. Se entiende por ello que toda la política en Podemos renuncie de plano a una democracia radical suficientemente seria, porque de forma trascendental se ha dictado que hay una diferencia ontológica entre el núcleo y lo que queda fuera de él. El círculo se convierte en una espiral, como una galaxia; desde el centro se irradian los vectores y los vectores regresan al centro guiados por su magnetismo central. La política ha despegado ya del suelo y surca los cielos de la teología.


Todo esto no es necesariamente una crítica negativa a la filosofía que hay detrás de los creadores de Podemos, sino una hipótesis de lectura a través de sus expresiones públicas, en las que un filólogo experto sabría leer perfectamente el otro discurso, el que queda tras ellas. Este discurso puede comprarse, desde luego, pero al menos, es preciso saber lo que uno compra. Y este producto ya se aleja -incluso también aquí- del espíritu revolucionario burgués que caracterizaba a los autores de Tübingen. La religión laica de los idealistas alemanes se basaba en la destrucción de toda frontera o diferencia entre arriba o abajo, entre núcleo y periferia. El saber debía volverse mitológico- esto es, popular- lo que significaba que también el filósofo y el sabio debían aprender y escuchar al pueblo. Algo que no puede existir desde que se postula la idea trascendental de un núcleo irradiador. Una mitología racional- una razón mitológica- popular y política se desentiende rápidamente de toda trascendencia, afirmando el devenir de la inmanencia, la multiplicidad del sentido o, como dice Althusser, 'saber que todo se repite y que no existe más que la repetición diferencial'. Una mitología política de carácter emancipatorio no podrá postular semejante partición epistemológica entre pueblo y sabios, sino, como acertaron a decir los de Tübingen, intentará erradicar de una vez para siempre 'la mirada desdeñosa, el ciego temblor del pueblo ante sus sacerdotes y sus sabios'.

martes, enero 20, 2015

IU y Podemos. Sobre marxismo y populismo.

Lo positivo de crisis como las que estamos viviendo en estos momentos, es que la ideología de las masas, tal y como la interpretación marxista clásica las entendía, es desbaratada y de alguna manera ilumina, en la conciencia de los sujetos que padecen esas crisis, su estatus material, es decir, su posición social en el entramado de producción que teje las relaciones sociales. En otras palabras, que el ciudadano que ha sufrido la brutalidad de esta crisis- al menos según el punto de vista de Marx, quien parece ser que creía demasiado en la espontaneidad de la conciencia de clase- debe poseer ya los instrumentos que le hagan leer las causas de su sufrimiento, lo que a su vez debería ser garantía de una identidad de clase lo suficientemente clara como para cobrar conciencia de su posición social. Sin embargo, la traducción política de esta situación desmiente por completo este análisis.

Hace poco Alberto Garzón (IU) ha expresado su preocupación por la tendencia de las encuestas. Para Garzón, la estrategia de Podemos es tan válida como cualquier otra, lo cual no impide que IU, según el propio Garzón, no siga obcecado en perseverar en la suya propia, arrojando al fuego cualquier intrumento de análisis leninista y echando más leña en la máquina de su propia destrucción. Paradójicamente, el análisis de la realidad que acomete IU es fidedigno. Por ello mismo, a su militancia le cuesta entender que este análisis no obtenga sus frutos. El problema es precisamente ese, a saber: que la estrategia de Podemos sea vencedora frente a la de IU no tiene que ver tanto con que a los ojos de la mayoría social IU represente la vieja forma de hacer política, como por el hecho de que el discurso de IU, en tanto hace un análisis de la realidad, olvida algo mucho más importante, algo en lo que desde el principio, el discurso de Podemos ha estado centrado: el análisis de los deseos, el trabajo de lo simbólico, en suma: el análisis de la ideología.

Decir que la raíz ideológica de Podemos se ancla en el discurso populista de Laclau -herencia recogida por Errejón- no es decir mucho. A Podemos no le ha interesado tanto analizar los ciclos de la economía y fomentar la fuerza de la izquierda en tanto que izquierda, como centrarse en aquellos mimbres comunes que podían tejer un sujeto mayoritario, un electorado ganador. La reticencia de Podemos a localizarse en el espectro de la izquierda es precisamente un elemento en ese objetivo principal que es ganar las elecciones en el marco de una democracia representativa como la española. La estrategia contraria- fortalecer identidades- podía haber sido útil si hubiera sido fácil primero convertir un elemento simbólico particular- la izquierda política- en un elemento universal- el bien común del pueblo-. Lo que era una operación filosófica de altos vuelos. En este sentido, lo que se le ha reprochado a menudo a Podemos- que no tiene un discurso positivo, sino que se alimenta del malestar ciudadano general- no es algo extrínseco a su naturaleza- siempre y cuando comprendamos que el objetivo general que domina esta naturaleza es el mismo siempre: vencer en unas elecciones generales en el marco de una democracia representativa-. Al contrario, es un elemento fundamental del discurso populista al estilo de Laclau. Como dice Zizek, “según Laclau el populismo es una determinada lógica formal que no está referida a contenido alguno”. En tanto operación y marco puramente formal, el populismo puede aglutinar una voluntad mayoritaria. Pero por ello mismo, ha de posponer todo elemento particular y, más aún, anular toda identidad política para formar una mayoría que nunca se identifica del todo con la mayoría social, sino con esa voluntad mayoritaría expresada en las urnas: la mayoría electoral.

Es entonces claro por qué IU se desploma según crece Podemos. Porque IU no es una máquina de guerra electoral, utilizando la expresión que Errejón usa para definir Podemos. Y no es que IU no pretenda formar una mayoría social bajo su paraguas. La historia de la organización demuestra que no ha pretendido otra cosa. Pero si bien ha sabido leer la realidad, a IU le ha faltado ese análisis de los deseos populares, ese centro de la demanda popular que rotaba en torno al rechazo de la política institucional, el malestar por la corrupción, y que se alejaba indefinidamente en el tiempo del deseo por poseer una identidad política. En otras palabras, IU ha leído demasiado a los clásicos y demasiado poco a los postmodernos. Y ahora se le escapa la oportunidad histórica delante de sus ojos.

Pero tampoco Podemos lo tiene fácil. Pues, si solo se entiende Podemos como una máquina de guerra electoral- y parece que al menos la cúpula dirigente lo comprende de este modo- el objetivo se logrará al precio de obtener tan solo un sabor a ceniza en la boca. Emancipar a una sociedad no es, ni mucho menos- esto lo saben también en Podemos- ganar unas elecciones generales en un marco sumamente restringido como el que propicia hoy la política institucional. Lo que puede darle la victoria es también lo que puede desinflarlo: como método, el populismo puede lograr seducir a las mayorías electorales. Unas mayorías que pueden desencantarse rápidamente cuando el horizonte abstracto en el que reposaban sus esperanzas se posponga poco a poco al tiempo que se vayan reemplazando por la administración rutinaria de la cosa pública, al tiempo que 'hacer nueva política' se vaya pareciendo cada vez más a 'hacer vieja política'.

Este es un riesgo claro para Podemos. Y creo que a ninguno de sus militantes más honestos se le escapa. Ahora bien, lo que puede salvar a Podemos de convertirse en un eslógan vacío, lo que puede salvar a Podemos de la centralización de poder cada vez más evidente, es una cosa tan antigua como intemporal: la militancia perseverante y honesta, lo que es decir: el trabajo de los círculos. Una educación social a largo plazo, una colectivización de los saberes y una cooperación mutua que aleje cada vez más a la ciudadanía de la tentación del individualismo, puede preservar aún la ilusión y convertirse en una herramienta de emancipación social. Y también puede servir para luchar por la hegemonía dentro de Podemos, para luchar incluso contra el populismo dentro de Podemos y proponer la emancipación y la lucha contra el capitalismo como el objetivo fundamental, algo que sin embargo para IU ha estado siempre claro. Como dice Zizek, “para un populista la causa de los problemas nunca es, en definitiva, el sistema como tal, sino el intruso que lo corrompe. La causa no es un defecto fatalmente inscrito en la estructura como tal, sino un elemento que no desempeña correctamente su papel dentro del sistema. Para un marxista, por el contrario, lo patológico es un síntoma de lo normal, un indicador de lo que precisamente va mal en esa estructura”. Eso es lo que a algunos nos distingue de los populistas. Y es que, en cualquier caso, las siglas son contingentes, lo necesario será siempre el militante.